En 1801, Thomas Young realizó el experimento de la doble rendija o también conocido como experimento de Young, para probar la naturaleza ondulatoria de la luz.
Para entender este experimento, primero veamos como se comportan las partículas y las ondas.
Si lanzamos un determinado número de partículas sobre una pantalla de dos rendijas, podemos observar, que en la pared de atrás, las partículas describen dos bandas de impacto.
Si lanzamos un determinado número de partículas sobre una pantalla de dos rendijas, podemos observar, que en la pared de atrás, las partículas describen dos bandas de impacto.
Ahora, si lanzamos ondas en vez de partículas, en la pared obtenemos un patrón de interferencia de muchas bandas.
Es el turno de los electrones:
El experimento puede realizarse con protones, neutrones o electrones, para conseguir una interferencia similar a cuando se realiza con la luz.
Si lanzamos electrones de uno en uno, dado que son partículas, es de esperar que se comporten como tal, pero no, observamos que se comportan como si fuesen ondas.
Una de las explicaciones es que el electrón se lanza como una partícula, viaja como una onda y se recoge como una partícula.
Lo increíble sucede cuando observamos este fantástico fenómeno:
Si decidimos poner un mecanismo para detectar cual de las dos rendijas atraviesa el electrón, sucede algo maravilloso. El electrón se comporta exclusivamente como una partícula, dando como resultado el primer ejemplo.
Así es el mundo cuántico, observando colapsamos una de las dos funciones. Ya lo dijo Heisenberg, cada partícula lleva asociada una onda, o como dijo Schrödinger, el observador altera lo observado.